Mi vida en una promesa


Mi vida en una promesa



No sé bien porque me encuentro escribiendo esto un jueves a las 0:23 de la madrugada, pero tengo en el corazón muchas cosas que me están pesando.
Él siempre me había gustado, desde que tenía 10 años. Me enamoraba su pelo, su manera de ser, todo me gustaba de él. Después de cuatro años tuve la suerte de verlo en una fiesta, y como juego de adolescentes terminamos a los besos en el lavadero de la casa de mi amiga. Fue el momento más feliz. Mi sueño –en ese entonces mi mayor sueño, quién diría que hoy anhelo cosas aún más grandes- se había hecho realidad: había besado, abrazado, tocado al hombre más lindo para mi, y el que me hacía volver loca todos los días en el colegio.

Así dimos vueltas, él cayó en manos de muchas amigas mías en ese entonces, peleé por el como si fuera mío, y solo tenía de el un beso. Charlas inocentes, aunque atrevidas de mi parte nos llevaron a vernos un día, todo demasiado “adolescente”, casi no hablamos, estábamos avergonzados. Me acompañó a la parada del colectivo y me miro como diciendo: “¿y?”. Me sentí abrumada y a la vez con ganas de besarlo con fuerza, por todo el tiempo que pasó hasta que nos volvimos a ver. No pensé dos veces: lo besé. Y es el día de hoy, que no me arrepiento. Mi colectivo llegó, me besó en la boca y me fui. Ese día fui feliz.

Siguió pasando el tiempo, nos conocimos aún más y a los dos meses, un nueve de diciembre nos encontrábamos enamorados, prometiéndonos amarnos, siendo novios.

Yo era muy chica para el, y el igual me amaba, me adoraba. Cometí mil errores al lado de el. Lo engañé, le mentí y me defendí creyendo que era solo porque tenía quince años. ¿Qué sabía yo de amor? No me di cuenta lo que realmente sentía con el a mi lado hasta que ya estaba muy lejos mío. Aún así lo busqué y lo volví a enamorar. Volvimos, esta vez para siempre, creíamos.

Pasó un año entero y llegó mi viaje a Bariloche. Nunca me sentí tan emocionada por irme, me parecía inútil, una perdida de tiempo y de dinero. Pero igual fui. Creo que lo que se vive en ese viaje, lejos de la familia, lejos del control o lo que sea, hizo que la visión de la realidad me cambiara totalmente y confundí lo que sentía con una mala experiencia que había vivido en Bariloche. Esta vez no lo engañé, pero lo maltraté, lo herí de cualquier manera posible.

Nos volvimos a separar. Pasó un mes, el conoció otra mujer y de nuevo me encontré yo llorando por el, porque realmente lo amaba y sabia que lo que había hecho había sido un trastorno casi instantáneo provocado por el viaje, la adolescencia, las hormonas y la compañía las 24 horas del día de miles de adolescentes revueltos.

Nunca me cansé de insistir. Volvimos nuevamente. Su corazón estaba igual destrozado y eso ya no lo podía evitar.

El destino hizo que aquellas vacaciones que habíamos planeado juntos, no pudieran darse y acabó yendo con su mejor amigo, al que yo quiero como si fuera un amigo mío.

Siempre supe y estuve muy segura que el me amaba más de lo que yo me pudiera imaginar. Que su amor era incondicional, que yo era todo para el, como el era todo para mi. Muchas cosas me pasaron por enfrente y no las pude ver. Él me mintió, me engañó. Me pagó con la misma moneda y me dejó.

Creo que mi vida ya no tiene sentido sin el, y si la tiene, aún no logro encontrarlo. Antes de irse hicimos una promesa: que los dos estaríamos bien, para que el pudiera darse cuenta de que me extrañaba y no podía vivir sin mi, sin nosotros. Me dio su anillo de compromiso, él tomó el mío y acá estamos cumpliendo esa promesa. Dios sabe cuándo el se dará cuenta. Yo me di cuenta hace rato.

Hay algo que me pesa adentro. Una culpa, un dolor, un lamento. Por problemas personales míos, nunca pude hacerle el amor. Nunca pude demostrarle más allá de las palabras y los besos lo que el era para mi. Todavía lamento mucho no ser yo quien lo toque, lo bese y lo reciba en mí. No quiero que aquello que soñamos tantas veces, se lo robe otra persona que no sentirá nunca lo que yo siento por él. Ni quiero que un hombre que jamás estará a su altura, pueda hacerme lo que él nunca pudo. Esto fue culpa mía, aunque no voluntaria, y mi dolor es profundo. Después de cuatro años no pude enseñarle todo mi amor y toda la vida que planeé con el, se fue más rápido de lo que lo puedo imaginar.

Lo amo con la vida, lo extraño y lo estoy esperando.

Somos únicos los dos y cuando estamos juntos es más que amor. Con él se fue mi vida, que le di en sus manos. Con él se fue todo lo que soy. Pero si me preguntas qué quiero en este momento, yo no quiero mi vida de vuelta, yo sólo lo quiero a él y hacerlo feliz.

El día que yo vuelva a hacerlo reír, tendré vida otra vez.

(Anónimo)